Los Obispos del Paraguay reunidos en la 230ª Asamblea General Ordinaria hemos compartido momentos de oración  y de reflexión sobre diferentes aspectos de la realidad eclesial y nacional, con actitud de escucha a los signos de los tiempos para buscar la voluntad de Dios, que se manifiesta en todos los acontecimientos de nuestra vida como Iglesia y como nación. En esta asamblea realizada, primeramente con modalidad a distancia y, en un segundo momento, con modalidad presencial, hemos analizado los siguientes temas:

La Asamblea Eclesial: Hemos hecho el ejercicio de la “escucha”, que constituye el primer paso de preparación para la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, a llevarse a cabo en México, en el mes de noviembre de este año, con el lema “Todos somos discípulos misioneros”. Este acontecimiento, que nos une al camino de la Iglesia en nuestro continente a la luz del Mensaje final de Aparecida (2007), es una experiencia que nutre la comunión de la Iglesia latinoamericana y la abre a la comunión universal en el pontificado del Papa Francisco. Animamos a todos los fieles a nivel personal y comunitario a integrarse de manera activa y comprometida en este proceso.

La Carta Pastoral “Itaipú, una oportunidad de diálogo y concertación social para el bien común”. Este documento, fruto del trabajo de laicos especialistas en la materia y los obispos de la CEP, es una invitación congruente y convergente a esta necesidad de diálogo y escucha entre todos los paraguayos para buscar el bien de nuestro pueblo. Queremos que se promuevan iniciativas y acciones concretas de diálogo entre los diferentes sectores y protagonistas de la vida nacional, a fin de madurar propuestas y gestiones consensuadas, que brinden soluciones a los grandes desafíos y a las tantas necesidades de nuestros hermanos, en especial de los más afectados por la inequidad y la pobreza.

El Año de la Eucaristía, con el lema “Lo reconocieron al partir el pan”, nos invita a vivir durante este año volviendo al encuentro con Cristo en el misterio del Santísimo Sacramento, en la comunidad eucarística, que se hace visible en el espacio fraterno y el servicio al prójimo. La misión de los discípulos nace y renace del fuego del corazón que escucha a Cristo vivo, quien sigue partiendo el pan para muchos, alimentando la esperanza de que con Él podemos vencer el desánimo ante las dificultades, las distancias que nos separan, los obstáculos que nos detienen. Con Cristo debemos ser medicina en este tiempo, de la pandemia y la post-pandemia, que deja al descubierto las enfermedades que debemos erradicar, y son expresiones de diversas formas de corrupción moral, social e institucional, y que afectan la convivencia pacífica e impiden la vida digna de todos los que somos hermanos.

El Año del Laicado y coherencia de vida, preparado para el año pastoral 2022, nos interpela a la vivencia de la Palabra escuchada, que hace arder el corazón de los discípulos (Año de la Palabra, 2020) y la expresión del misterio celebrado en la Eucaristía (Año de la Eucaristía, 2021). Unidos a Cristo, todos los bautizados somos implicados al compromiso de ser “sal de la tierra y luz del mundo” con el anuncio y el testimonio, encarnando los valores y principios cristianos que inspiran la vida personal y social en todas sus dimensiones (cultural, económica, política, científica, tecnológica, artística y ecológica).

La Pastoral educativa ha sido motivo de especial atención en esta Asamblea, recordándonos la misión de servir a la formación integral de los hombres y las mujeres de todos los tiempos, en particular de las nuevas generaciones en su camino de desarrollo y maduración.

El tiempo de las restricciones sanitarias ha exigido particular iniciativa y creatividad de la comunidad educativa en todo sentido. Las nuevas tecnologías y las plataformas de comunicación son una gran ayuda en las circunstancias actuales, porque brindan una herramienta de gran utilidad, pero no sustituyen el contacto y el acompañamiento personal requeridos en el proceso educativo; así también palpamos la brecha digital en las desiguales condiciones de acceso a los medios telemáticos, las carencias en recursos, las diferencias en la administración y en la gestión de los diversos sectores comprometidos con la educación. Destacamos el documento aprobado por la CEP en forma experimental: “Lineamientos pedagógicos, didácticos, teológico-doctrinales y científicos para la educación de la sexualidad y la afectividad para la escuela católica del Paraguay”; este documento define y propone orientaciones y principios sobre la naturaleza humana de la formación personal acordes con la antropología cristiana.

En relación con la pandemia del Sars-CoV2, hacemos un llamado a seguir trabajando juntos en la prevención y en el acompañamiento de los muchos enfermos, de sus familias, y de todo el personal de salud. La Covid-19 es una enfermedad grave que requiere la atención profesional a tiempo y las medidas terapéuticas específicas. Nuestro compromiso con las medidas de prevención necesarias deben seguir con paciencia, con celo por la vida y responsabilidad con todos. Las vacunas salvan vidas como lo ha vuelto a recordar el Comunicado Final de la Mesa Redonda Internacional sobre Vacunación organizada por asociaciones médicas de reconocido trayecto. El esfuerzo mancomunado de la ciencia, la medicina, los comunicadores sociales y las comunidades religiosas ayudan a disipar temores, aclarar dudas y promover la atención debida de todos los sectores de manera solidaria y garantizar la equidad en el acceso a las vacunas y a los recursos médicos. Es necesario que la administración pública siga brindando los recursos requeridos en esta emergencia, y se consolide el compromiso con la salud de nuestro pueblo.

A nuestros médicos, a los enfermeros, a los auxiliares y el personal de la administración de los centros de salud llegue nuestra gratitud y nuestro reconocimiento. Lamentamos las situaciones de tensión y de violencia que deben sufrir y sobrellevar, además de la presión emocional y la sobre exigencia profesional a la que son sometidos con frecuencia.

Hacemos memoria de todos los fallecidos, de tantos seres queridos, que hemos perdido a causa de esta patología, y los encomendamos en la oración pidiendo para sus familiares y amigos el consuelo.

Lamentamos tanta inseguridad, violencia, secuestro y atropellos a indígenas que ponen en zozobra a toda la comunidad y enluta a algunas familias, y que nos impulsan a reafirmar el llamado a extirpar otro mal endémico que viene apeligrando nuestra convivencia social. Exhortamos a los responsables de la seguridad y la justicia a reforzar los medios para garantizar el respeto a los bienes y a la vida de toda la población.

Los Obispos, conscientes de que el caminar evangélico de la escucha, la sinodalidad, el diálogo y la concertación, constituye la medicina apropiada para la salud social, nos encomendamos a la intercesión de nuestra Madre, María Santísima de Caacupé, y a la oración confiada de todos los fieles cristianos para servir al Señor y a su Iglesia con el corazón del Buen Pastor que sana y protege a los más débiles y desamparados.

Asunción, 9 de julio de 2021

Obispos del Paraguay

 

Por CEP

Conferencia Episcopal Paraguaya

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