Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí (Juan 10, 14)

Hoy, en el cuarto domingo del tiempo pascual, celebramos el domingo del Buen Pastor y
de la jornada mundial de oración por las vocaciones, coincidentemente con el Día Nacional de la
Familia (Ley 5425, 16/04/2015). Cuatro profundos anhelos mueven nuestra oración en esta fecha,
que queremos que sean motivo de unión en la plegaria de toda la Iglesia en nuestro país.

Con un amor personal Jesús el Buen Pastor (Jn 10, 1-14) nos conoce y celosamente cuida
de cada uno de nosotros y da la vida por su redil, la Iglesia (Jn 10, 15), y por todas las ovejas que
están lejos (Jn 10, 16); nos encarga apacentar especialmente a los más vulnerables. Suplicamos al
Señor que nos haga pastores según su corazón (Jer 3, 15), a todos los que cuidamos su rebaño en
el ministerio confiado en la Iglesia y a todos los servidores del bien común en la sociedad.

Pedimos que Cristo despierte la respuesta a su llamado en muchos jóvenes, porque la
tarea es grande y los trabajadores son pocos (Lc 10, 1-2). Cristo llama fuerte y claro, se dirige
personalmente a cada uno, invitando a seguirlo y a poner sus vidas y sus manos al servicio del
Reino, que es la realidad de Dios presente que vence al mal con el amor, la justicia y el perdón, la
libertad y la vida, la unión y la paz.

Imploramos por el bien cotidiano de nuestras familias (Lc 11, 2-4), que tengan pan y
educación, techo y trabajo, salud y seguridad, que en ellas se fortalezca el amor, se alimente la
esperanza y madure la fe, y en cada hogar brille la alegría en el compartir, la fidelidad en las
buenas y en las malas; que sea refugio y protectora de la vida, transmisora de los valores
evangélicos, cuna de vocaciones, solidaria con el que sufre; que sea forjadora de hombres y
mujeres de paz, de unidad, de fraternidad y de honesto servicio.

Clamamos al Corazón del Buen Pastor, confiados en su Palabra: “Vengan a mí todos los
que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt 11, 28). Rezamos por nuestros enfermos,
por aquellos que han fallecido y por sus seres queridos tocados por el dolor de esta pandemia.
Los que se ven afectados por la covid-19 y sus complicaciones son nuestros amigos, vecinos,
colegas, hijos, hermanos, familiares, padres y abuelos, hombres y mujeres que amamos y con
quiénes compartimos cada día.

Clamamos al Corazón del Buen Pastor, por todo el personal de salud, para que mantengan
el ánimo y sean protegidos en su cuerpo y en su espíritu en el combate diario y desigual con esta
enfermedad, para que todos colaboremos manteniendo las medidas preventivas en todas partes, y
para que los insumos, los medicamentos y los servicios sean suficientes para todos.

Invitamos a todos los fieles a unirse en la oración, a rezar con fe y con un corazón humano
por todos, que en nuestras parroquias y capillas y en nuestras familias se haga memoria de los
enfermos y de los fallecidos, del personal de salud y de sus intenciones. Invitamos también a
renovar la empatía, solidarizándonos y cuidándonos como uno solo, pues la prevención es la
primera línea de batalla que nos protege a todos. Llamamos a todos a comprometerse en las
decisiones y en las acciones que encaminan la atención debida de esta emergencia sanitaria y a
perseverar juntos todo el tiempo necesario.

Aprovechamos finalmente esta carta para enviar un mensaje a los periodistas y a las
secretarias y secretarios que celebran su día el próximo lunes 26 de abril. También muchos de
estos dos gremios profesionales se han visto afectados por la covid-19 y los recordamos en
nuestras plegarias. Les alentamos a seguir sosteniendo la esperanza en el noble servicio de la
comunicación y la veracidad de la información, a promover la solidaridad, la sensibilización para
el bien de la única familia que somos; que todos busquemos juntos sanar la vida local y nacional
persistiendo con valor en medio de muchas falencias y adversidades que nos afectan (cf. Mt 24,
11-14), moviendo los corazones y las voluntades hacia el bien común y hacia la Buena Noticia
del Evangelio que nos compromete con la vida y la paz.

Al Señor Jesús, que nos conoce y nos ama con un amor personal, a su Madre Santísima,
Tupãsy Caacupé, que nos cuida porque somos sus hijos, y a San José, patrono de la Iglesia
Universal, llegue la plegaria de todos nosotros unidos en un solo clamor, en un mismo sentir y un
compromiso unánime. Que la Sagrada Familia de Nazaret abrigue a nuestras familias bajo el
amparo de sus corazones consagrados en el amor, y nos conduzcan a la mesa eucarística, en la
que se parte y se comparte el Pan de Vida.
Rezamos los unos por los otros, reciban nuestra bendición en Cristo, Buen Pastor.

Mensaje de los Obispos del Consejo Permanente

Comunicado del Consejo Permanente

Por CEP

Conferencia Episcopal Paraguaya

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