NAVIDAD EN FAMILIA, EN CONTEMPLACIÓN Y PLENA DE SOLIDARIDAD

Hermanas y hermanos:

Muy próximos ya a la llegada de Jesús en este tiempo realmente atípico pero que no debe impedirnos centrar nuestra fe cristiana en la venida al mundo del Hijo de Dios, portador vivo del mensaje de salvación, les hago llegar unas reflexiones a fin de que en cada hogar reine siempre el amor y la paz.

Para vivir la Navidad cristianamente es importante rememorar su origen y su significado y plantear cómo celebrar este acontecimiento tan maravilloso. La Navidad se vive conforme a la comprensión que uno tiene de ella, esa comprensión depende de la catequesis que uno ha recibido, de la familia a la cual pertenece y de la comunidad cristianan en que un fiel participa y se compromete.

El origen del pesebre lo encontramos en algunos detalles evangélicos del nacimiento de Jesús en Belén. El evangelista Lucas dice sencillamente que María «dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada» (2,7). Jesús fue colocado en un pesebre; palabra que procede del latín: praesepium.

El Hijo de Dios, viniendo a este mundo, encuentra sitio donde los animales van a comer. El heno se convierte en el primer lecho para Aquel que se revelará como «el pan bajado del cielo» (Jn 6,41). Un simbolismo que ya san Agustín, junto con otros Padres, había captado cuando escribía: «Puesto en el pesebre, se convirtió en alimento para nosotros» (Serm. 189,4). En realidad, el belén contiene diversos misterios de la vida de Jesús y nos los hace sentir cercanos a nuestra vida cotidiana.

La tradición del pesebre nace en la localidad italiana de Greccio.  Quince días antes de la Navidad, en el año 1223, Francisco llamó a un hombre del lugar, de nombre Juan, y le pidió que lo ayudara a cumplir un deseo: «Deseo celebrar la memoria del Niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno» Tan pronto como lo escuchó, ese hombre bueno y fiel fue rápidamente y preparó en el lugar señalado lo que el santo le había indicado. El 25 de diciembre, llegaron a Greccio muchos frailes de distintos lugares, como también hombres y mujeres de las granjas de la comarca, trayendo flores y antorchas para iluminar aquella noche santa. Cuando llegó Francisco, encontró el pesebre con el heno, el buey y el asno. Las personas que llegaron mostraron frente a la escena de la Navidad una alegría indescriptible, como nunca antes habían experimentado. Después, el sacerdote celebró solemnemente la Eucaristía ante el Nacimiento, mostrando el vínculo entre la encarnación del Hijo de Dios y la Eucaristía.

Podemos realizar una celebración digna de la Navidad contemplando al Niño Dios, valorando la familia y practicando la solidaridad.

Navidad es un tiempo para la contemplación. La situación que atraviesa la humanidad actualmente a causa del Covid-19 debe ser una oportunidad para una fructífera celebración de la Navidad. La actitud del creyente debe ser de admiración de este gran misterio. Es Dios que se aproxima a la humanidad, a todos y cada uno. Nuestra respuesta debe ser de ponderación, de alabanza, de adoración. Debemos cultivar esta dimensión de la vida cristiana con una actitud de escucha, generando espacios de silencio  para experimentar el inmenso amor que Dios nos tiene. Dios nos ama y quiere que contemplemos la sencillez de nuestra vida cotidiana en su belleza.

Ante el pesebre, en la casa, en el templo o en la plaza, quedemos en silencio; en actitud de contemplación, fijemos nuestra mirada en el misterio del nacimiento de nuestro Salvador, obra maravillosa de Dios.

Navidad es una oportunidad para revalorizar la familia. Dios se hace uno de nosotros gracias al sí de la Virgen María. Jesús, José y María constituyen el modelo de la familia en todos sus aspectos. En la Navidad Dios se aproxima a cada hogar para humanizarla, desea que cada miembro se sienta persona digna, escuchada, valorada, comprendida y amada. Por eso, en este tiempo, en cada hogar se debe practicar el respeto, la ternura, la oración, el diálogo y el perdón. El Niño Dios llama a la unidad y al amor a cada familia.

La Navidad nos convoca a la solidaridad. El primer solidario es el Niño Dios, porque se ubica en el lugar de cada uno, por eso conoce nuestras dificultades, nuestros sufrimientos y desde esa actitud Dios nos ayuda, nos anima y nos acompaña. Todos estamos llamados a compartir; a ser solidarios y generosos; esto exige empatía, es decir, ponernos en los zapatos del hermano para conocer su realidad y sus problemas, para brindarle nuestra cercanía y apoyo desinteresado. La solidaridad implica mirar al prójimo con serenidad y ofrecerle nuestra presencia, que reconforta y genera esperanza.

Rey de los pueblos, esperado por todas las naciones; piedra angular que unes a los pueblos en uno: ¡Ven y salva al hombre que has formado de la tierra! ¡Ven y levanta de nuevo a la humanidad exhausta por la larga prueba de esta pandemia!

Les invito a que asistan en sus respectivas parroquias en la Misa del Gallo; que en su mesa familiar prendan una vela como signo de Cristo nuestra luz, y que los pobres, niños y ancianos tengan un lugar privilegiado en cada hogar.

Con paternal afecto, les expreso los deseos de feliz Navidad y bendecido año 2021.

+ Pedro Collar Noguera

Obispo

mensaje de navidad 2020

https://www.youtube.com/watch?v=CdCKWfDy0rY&feature=youtu.be

Por CEP

Conferencia Episcopal Paraguaya

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