El Papa Francisco ha dado a conocer un mensaje con ocasión de la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que marca el inicio del Jubileo de la tierra. En su comunicación ha recordado que “En la Sagrada Escritura, el Jubileo es un tiempo sagrado para recordar, regresar, descansar, reparar y alegrarse”.

Mensaje del Santo Padre Francisco para la celebración de la VI Jornada mundial de oración por
el cuidado de la creación:

Mensaje del Santo Padre
«Declararéis santo el año cincuenta y promulgaréis por el país liberación
para todos sus habitantes. Será para vosotros un jubileo» (Lv 25,10)

Queridos hermanos y hermanas:

Cada año, en particular desde la publicación de la Carta encíclica Laudato si’ (LS, 24 mayo 2015), el primer día
de septiembre la familia cristiana celebra la Jornada mundial de oración por el cuidado de la creación, con la
que comienza el Tiempo de la Creación, que finaliza el 4 de octubre, en memoria de san Francisco de Asís. En
este período, los cristianos renuevan en todo el mundo su fe en Dios creador y se unen de manera especial en
la oración y tarea a favor de la defensa de la casa común.
Me alegra que el tema elegido por la familia ecuménica para la celebración del Tiempo de la Creación 2020 sea
“Jubileo de la Tierra”, precisamente en el año en el que se cumple el cincuentenario del Día de la Tierra.
En la Sagrada Escritura, el Jubileo es un tiempo sagrado para recordar, regresar, descansar, reparar y
alegrarse.

1. Un tiempo para recordar

Estamos invitados a recordar sobre todo que el destino último de la creación es entrar en el “sábado eterno” de
Dios. Es un viaje que se desarrolla en el tiempo, abrazando el ritmo de los siete días de la semana, el ciclo de
los siete años y el gran Año Jubilar que llega al final de siete años sabáticos.
El Jubileo es también un tiempo de gracia para hacer memoria de la vocación original de la creación con vistas
a ser y prosperar como comunidad de amor. Existimos sólo a través de las relaciones: con Dios creador, con los
hermanos y hermanas como miembros de una familia común, y con todas las criaturas que habitan nuestra
misma casa. «Todo está relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas
en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que
nos une también, con tierno cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra» (LS,
92).
Por lo tanto, el Jubileo es un momento para el recuerdo, para conservar la memoria de nuestra existencia
interrelacional. Debemos recordar constantemente que «todo está relacionado, y que el auténtico cuidado de
nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la
fidelidad a los demás» (LS, 70).

2. Un tiempo para regresar
El Jubileo es un momento para volver atrás y arrepentirse. Hemos roto los lazos que nos unían al Creador, a los
demás seres humanos y al resto de la creación. Necesitamos sanar estas relaciones dañadas, que son
esenciales para sostenernos a nosotros mismos y a todo el entramado de la vida.
El Jubileo es un tiempo para volver a Dios, nuestro creador amoroso. No se puede vivir en armonía con la
creación sin estar en paz con el Creador, fuente y origen de todas las cosas. Como señaló el papa Benedicto,
«el consumo brutal de la creación comienza donde no está Dios, donde la materia es sólo material para
nosotros, donde nosotros mismos somos las últimas instancias, donde el conjunto es simplemente una
propiedad nuestra» (Encuentro con el Clero de la Diócesis de Bolzano-Bressanone, 6 agosto 2008).
El Jubileo nos invita a pensar de nuevo en los demás, especialmente en los pobres y en los más vulnerables.
Estamos llamados a acoger de nuevo el proyecto original y amoroso de Dios para la creación como una
herencia común, un banquete para compartir con todos los hermanos y hermanas en un espíritu de
convivencia; no en una competencia desleal, sino en una comunión gozosa, donde nos apoyamos y
protegemos mutuamente. El Jubileo es un momento para dar libertad a los oprimidos y a todos aquellos que
están encadenados a las diversas formas de esclavitud moderna, incluida la trata de personas y el trabajo
infantil.

También debemos volver a escuchar la tierra, que las Escrituras indican como adamah, el lugar del que fue
formado el hombre, Adán. Hoy la voz de la creación nos urge, alarmada, a regresar al lugar correcto en el orden
natural, a recordar que somos parte, no dueños, de la red interconectada de la vida. La desintegración de la
biodiversidad, el vertiginoso incremento de los desastres climáticos, el impacto desigual de la pandemia en
curso sobre los más pobres y frágiles son señales de alarma ante la codicia desenfrenada del consumo.
Particularmente durante este Tiempo de la Creación, escuchamos el latido del corazón de todo lo creado. En
efecto, esta ha sido dada para manifestar y comunicar la gloria de Dios, para ayudarnos a encontrar en su
belleza al Señor de todas las cosas y volver a él (cf. S. Buenaventura, In II Sent., I, 2,2, q.1, concluido; Brevil., II,
5.11). La tierra de la que fuimos extraídos es, por tanto, un lugar de oración y meditación: «Despertemos el
sentido estético y contemplativo que Dios puso en nosotros» (Exhort. ap. Querida Amazonia, 56). La capacidad
de maravillarnos y contemplar es algo que podemos aprender especialmente de los hermanos y hermanas
indígenas, que viven en armonía con la tierra y sus múltiples formas de vida.

3. Un tiempo para descansar
En su sabiduría, Dios reservó el sábado para que la tierra y sus habitantes pudieran reposar y reponerse. Hoy,
sin embargo, nuestro estilo de vida empuja al planeta más allá de sus límites. La continua demanda de
crecimiento y el incesante ciclo de producción y consumo están agotando el medio ambiente. Los bosques se
desvanecen, el suelo se erosiona, los campos desaparecen, los desiertos avanzan, los mares se vuelven
ácidos y las tormentas se intensifican: ¡la creación gime!
Durante el Jubileo, el Pueblo de Dios fue invitado a descansar de su trabajo habitual, para permitir que la tierra
se regenerara y el mundo se reorganizara, gracias al declive del consumo habitual. Hoy necesitamos encontrar
estilos de vida equitativos y sostenibles, que restituyan a la Tierra el descanso que se merece, medios de
subsistencia suficientes para todos, sin destruir los ecosistemas que nos mantienen.

La pandemia actual nos ha llevado de alguna manera a redescubrir estilos de vida más sencillos y sostenibles.
La crisis, en cierto sentido, nos ha brindado la oportunidad de desarrollar nuevas formas de vida. Se pudo
comprobar cómo la Tierra es capaz de recuperarse si la dejamos descansar: el aire se ha vuelto más limpio, las
aguas más transparentes, las especies animales han regresado a muchos lugares de donde habían
desaparecido. La pandemia nos ha llevado a una encrucijada. Necesitamos aprovechar este momento decisivo
para acabar con actividades y propósitos superfluos y destructivos, y para cultivar valores, vínculos y proyectos
generativos. Debemos examinar nuestros hábitos en el uso de energía, en el consumo, el transporte y la
alimentación. Es necesario eliminar de nuestras economías los aspectos no esenciales y nocivos y crear formas
fructíferas de comercio, producción y transporte de mercancías.

4. Un tiempo para reparar
El Jubileo es un momento para reparar la armonía original de la creación y sanar las relaciones humanas
perjudicadas.
Nos invita a restablecer relaciones sociales equitativas, restituyendo la libertad y la propiedad a cada uno y
perdonando las deudas de los demás. Por eso, no debemos olvidar la historia de explotación del sur del
planeta, que ha provocado una enorme deuda ecológica, principalmente por el saqueo de recursos y el uso
excesivo del espacio medioambiental común para la eliminación de residuos. Es el momento de la justicia
restaurativa. En este sentido, renuevo mi llamamiento para cancelar la deuda de los países más frágiles ante
los graves impactos de la crisis sanitaria, social y económica que afrontan tras el Covid-19. También es
necesario asegurar que los incentivos para la recuperación, que se están desarrollando e implementando a
nivel global, regional y nacional, sean realmente eficaces, con políticas, legislaciones e inversiones enfocadas al
bien común y con la garantía de que se logren los objetivos sociales y ambientales globales.

Es igualmente necesario reparar la tierra. Restaurar el equilibrio climático es sumamente importante, puesto
que estamos en medio de una emergencia. Se nos acaba el tiempo, como nos lo recuerdan nuestros niños y
jóvenes. Se debe hacer todo lo posible para limitar el crecimiento de la temperatura media global por debajo del
umbral de 1,5 grados centígrados, tal como se ratificó en el Acuerdo de París sobre el Clima: ir más allá
resultará catastrófico, especialmente para las comunidades más pobres del mundo. En este momento crítico es
necesario promover la solidaridad intrageneracional e intergeneracional. En preparación para la importante
Cumbre del Clima en Glasgow, Reino Unido (COP 26), insto a cada país a adoptar objetivos nacionales más
ambiciosos para reducir las emisiones.

Restaurar la biodiversidad es igualmente crucial en el contexto de una desaparición de especies y una
degradación de los ecosistemas sin precedentes. Es necesario apoyar el llamado de las Naciones Unidas para
salvaguardar el 30% de la Tierra como hábitat protegido para 2030, a fin de frenar la alarmante tasa de pérdida
de biodiversidad. Exhorto a la comunidad internacional a trabajar unida para asegurar que la Cumbre de
Biodiversidad (COP 15) en Kunming, China, sea un punto de inflexión hacia el restablecimiento de la Tierra
como una casa donde la vida sea abundante, de acuerdo con la voluntad del Creador.

Estamos obligados a reparar según justicia, asegurando que quienes han habitado una tierra durante
generaciones puedan recuperar plenamente su uso. Las comunidades indígenas deben ser protegidas de las
empresas, en particular de las multinacionales, que, mediante la extracción deletérea de combustibles fósiles,
minerales, madera y productos agroindustriales, «hacen en los países menos desarrollados lo que no pueden
hacer en los países que les aportan capital» (LS, 51). Esta mala conducta empresarial representa un «nuevo
tipo de colonialismo» (S. Juan Pablo II, Discurso a la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, 27 abril 2001,
citado en Querida Amazonia, 14), que explota vergonzosamente a las comunidades y países más pobres que
buscan con desesperación el desarrollo económico. Es necesario consolidar las legislaciones nacionales e
internacionales, para que regulen las actividades de las empresas extractivas y garanticen a los perjudicados el
acceso a la justicia.

5. Un tiempo para alegrarse
En la tradición bíblica, el Jubileo representa un evento gozoso, inaugurado por un sonido de trompeta que
resuena en toda la tierra. Sabemos que el grito de la Tierra y de los pobres se ha vuelto aún más fuerte en los
últimos años. Al mismo tiempo, somos testigos de cómo el Espíritu Santo está inspirando a personas y
comunidades de todo el mundo a unirse para reconstruir nuestra casa común y defender a los más vulnerables.
Asistimos al surgimiento paulatino de una gran movilización de personas, que desde la base y desde las
periferias están trabajando generosamente por la protección de la tierra y de los pobres. Da alegría ver a tantos
jóvenes y comunidades, especialmente indígenas, a la vanguardia de la respuesta a la crisis ecológica. Piden
un Jubileo de la Tierra y un nuevo comienzo, conscientes de que «las cosas pueden cambiar» (LS, 13).
También es motivo de alegría constatar cómo el Año especial en el aniversario de la Encíclica Laudato si’ está
inspirando numerosas iniciativas, a nivel local y mundial, para el cuidado de la casa común y los pobres. Este
año debería conducir a planes operativos a largo plazo para lograr una ecología integral en las familias,
parroquias, diócesis, órdenes religiosas, escuelas, universidades, atención médica, empresas, granjas y en
muchas otras áreas.

Nos alegramos además de que las comunidades de creyentes se estén uniendo para crear un mundo más
justo, pacífico y sostenible. Es motivo de especial alegría que el Tiempo de la Creación se esté convirtiendo en
una iniciativa verdaderamente ecuménica. ¡Sigamos creciendo en la conciencia de que todos vivimos en una
casa común como miembros de la misma familia!
Alegrémonos porque, en su amor, el Creador apoya nuestros humildes esfuerzos por la Tierra. Esta es también
la casa de Dios, donde su Palabra «se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14), el lugar donde la efusión
del Espíritu Santo se renueva constantemente.

«Envía, Señor, tu Espíritu y renueva la faz de la tierra» (cf. Sal 104,30).

Roma, San Juan de Letrán, 1 de septiembre de 2020.

FRANCISCO

MENSAJE DEL SANTO PADRE

Fuente Vatican New

Por CEP

Conferencia Episcopal Paraguaya

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *