Celebramos la solemnidad del Corazón de Jesús. Es la fiesta del amor de Dios hacia nosotros, pues nos ofrece la puerta abierta de un Corazón que nos inunda de vida y esperanza, dos valores fundamentales que nos puede inspirar y animar en este contexto de pandemia, que nos causa temor y angustia, por las exigencias que nos han cambiado la rutina y nuestro propio estilo de ser y de relacionarnos con los demás y con los diversos planes personales e institucionales.

Recordamos y oramos también muy especialmente por nuestros sacerdotes, quienes respondiendo al llamado del Señor se han constituido en sus discípulos misioneros. Que sigan aspirando a la santidad e inspirando con sus vidas a ser servidores del pueblo y ministros de la unidad de la Iglesia.

«Como sacerdotes (…) pongamos en las manos llagadas del Señor, como ofrenda santa, nuestra propia fragilidad, la fragilidad de nuestro pueblo, la de la humanidad entera. El Señor es quien nos transforma, quien nos trata como el pan, toma nuestra vida en sus manos, nos bendice, parte y comparte, y nos entrega a su pueblo». (Papa Francisco 31 mayo, 2020)

Más que nunca, hoy Jesús nos muestra la actitud que todos los cristianos debemos asumir siguiendo sus enseñanzas: “Vengan a mí, todos los que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón (…) Porque mi yugo es llevadero y mi carga liviana. (Mt 11,28-30)
No se trata de resignación. Es una cuestión de actitud de fe y de esperanza ante las circunstancias que nos presenta la vida. Todo peso, temor, angustia, privaciones y dolor encuentran una formidable fuente en el Corazón paciente y humilde del Señor, para asumir con fe y esperanza las dificultades, limitaciones e incertidumbres que nos toca enfrentar desde hace casi 100 días de cuarentena.

Motivos de nuestra esperanza, las vidas salvadas

Tenemos motivos para la esperanza: ¡Tantas vidas salvadas por nuestra actitud de paciencia y humildad, a ejemplo del Señor! La vida es el valor supremo, luego vienen otros valores importantes, y que los podremos recuperar, Dios mediante.

Es por ello que la Iglesia Católica, en todo el mundo y también en nuestro país, acompañó las medidas que nuestras autoridades nos han indicado para mitigar la expansión de la enfermedad y minimizar sus previsibles consecuencias de dolor y luto que ha traído consigo esta enfermedad en tantos países hermanos, incluyendo naciones vecinas.

Responsabilidad y caridad cristiana para colaborar

Los católicos tenemos en el ejemplo del Papa Francisco la actitud de responsabilidad y caridad cristiana para colaborar con la salud y la vida de nuestro pueblo. El Santo Padre nos invita a «rezar para que, en estos momentos en que empieza a haber normas para salir de la cuarentena, el Señor dé a su pueblo, a todos nosotros, la gracia y la prudencia de obedecer a las disposiciones para que no retorne la pandemia». (Misa en Santa Marta, 28/04/2020).
En breve todos podremos reencontrarnos con nuestros afectos, volveremos a celebrar en comunidad nuestra acción de gracias a Dios en la Eucaristía, celebrar la vida con toda la familia y con nuestros vecinos. Dios es grande y misericordioso; desde su Corazón recibimos todo tipo de bendiciones. Alentamos de manera particular a aquellos compatriotas que están en los albergues a enfrentar la situación con paciencia, con fe, con esperanza de que pronto podrán abrazar a sus seres queridos. Pedimos a las autoridades que refuercen la atención a sus necesidades, conforme a su dignidad de personas.

Con fraternal afecto les animo. Nuestro Dios, en su infinita Misericordia, nos bendice.

Asunción, 19 de junio de 2020

Mons. Adalberto Martínez Flores
Obispo de Villarrica
Administrador Apostólico de FF.AA
y Policía Nacional
Presidente de la CEP

Por CEP

Conferencia Episcopal Paraguaya

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