Durante la misa por el aniversario de la visita del Papa Francisco, el domingo en la Basílica de Caacupé, Monseñor Ricardo Valenzuela, obispo responsable de la Pastoral de Juventud, presentó el Trienio de la Juventud ante el Cardenal Beniamino Stella, con una emotiva carta que plasma la esperanza en los jóvenes y en la Iglesia. A continuación, el texto completo:

En la Iglesia en Paraguay hemos sentido la llamada del Señor que nos invita a llevar adelante una opción especial y preferencial por los jóvenes. No deja de resonar en nuestras vidas la llamada del Maestro que nos dice: Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda la creación (Mc 16, 15). Y esta vez sentimos que los principales destinatarios de este mandato divino son todos los jóvenes de este querido país.

Con esta llamada queremos primeramente reafirmar nuestra vocación cristiana: somos hijos e hijas de Dios Padre, en su Hijo Jesús y en la comunión del Espíritu Santo, él nos ha llamado a cada uno por nuestro nombre, porque somos valiosos ante los ojos del Señor (cfr. Is 43,4). Y porque el mismo Jesús nos hizo sus discípulos misioneros, queremos llegar al corazón de cada joven, sea varón o mujer, para anunciarles la buena noticia de Jesucristo, para seguir plantando la semilla del reino de Dios en sus vidas.

Esta llamada, queremos llevarla en la práctica comenzando desde nuestra propia Iglesia. Al igual que San Francisco y tantos santos y santas de Dios, sentimos el mismo pedido de Dios a reparar su Iglesia. Queremos renovar primeramente nuestra condición bautismal como miembros del Santo Pueblo fiel de Dios. Pero, ¿cómo llevar adelante esta llamada? ¿por dónde empezamos? Creemos que primeramente debemos mirar a fondo nuestra condición filial, a la luz y en la fidelidad de la escucha atenta de la Palabra de Dios a través de la oración, la participación asidua y comunitaria de los sacramentos que nos alimenta, limpia y purifica nuestras vidas y en el servicio al prójimo, los que más sufren y necesitan, a los pobres de este país.

Y así como estamos llamados a reparar nuestra Iglesia, así también queremos hacernos cargo de nuestra sociedad paraguaya, ya que esta llamada nos deja encerrados en nuestras comodidades, en nuestras “sacristías” o en el miedo a las amenazas que puedan venir del mundo y la sociedad actual (cfr. Jn 20, 19). Jesús nos dice: Vayan y anuncien la buena noticia (Mc 16, 15). Los cristianos, y en modo especial los jóvenes, quieren ser protagonistas del cambio. Al decir del Papa Francisco: no queremos balconear la vida, no nos queremos quedar a mirar desde afuera los problemas humanos y sociales, no nos queremos quedar en la cola de la historia, ya que también podemos ser protagonistas de ella. Como Jesús que no se quedó a mirar desde afuera las dificultades y los males de las personas y del pueblo sino que se metió en ella, nosotros también queremos meternos en medio de nuestros pueblos, de su gente, de su vida y ser los constructores de una sociedad más justa y más fraterna.

Esta opción preferencial por los jóvenes, desde la fe puesta en Dios, necesariamente nos llevará a contracorriente porque son muchos los males que históricamente ha sufrido esta hermosa tierra paraguaya. Necesariamente tendremos que ir contra la corriente porque muchos valores del reino de Dios se contraponen a los antivalores presentes en esta sociedad: los males de la corrupción como gangrena de la sociedad, la pobreza que amplía el anillo de miseria de las grandes ciudades y multiplica los descartados de la sociedad, los indígenas y campesinos que aún sufren el atropello y la falta del cumplimiento de sus derechos.

Creemos que con la fuerza del Espíritu Santo ha llegado el momento de decir basta a tanta corrupción humana, cultural y social. Ha llegado el tiempo de cambiar nuestra lógica de pensar y de actuar, de llevar a la práctica y tener la profunda convicción de que otro mundo es posible, que la vivencia y la convivencia en esta casa común pueden cambiar y transformarse en una sociedad de justicia y paz, de amor y de reconciliación, porque creemos que la humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común (LS 11) acorde a los valores del reino.

Todos los rostros humanos que conforman esta querida nación: hombres y mujeres; indígenas, campesinos y citadinos, sin distinción ni exclusión, y con la iniciativa de todos, queremos seguir construyendo, según los valores del evangelio, una nación donde cada uno tenga todas las posibilidades y la condiciones necesarias para una vida digna de los hijos e hijas de Dios. A todos ellos, a cada uno de los ciudadanos paraguayos, la Iglesia quiere seguir ofreciendo una propuesta diferente de vivir la vida, quiere ser signo de salvación, luz y sal que ilumina y da sabor a la existencia. Una vida que pone al centro de su interés a Dios, la familia, los desamparados, los pobres y a los que sufren hambre y sed de justicia.
Excelentísimo Cardenal, la Iglesia en Paraguay inicia así el Trienio de la Juventud, le pedimos la bendición del Señor para este gran proyecto, en especial para los jóvenes aquí presentes de todas las diócesis del país, quienes serán agentes y destinatarios de esta misión.

Así mismo, le pedimos que haga llegar a Su Santidad, el Papa Francisco, esta buena nueva de la Iglesia en Paraguay, con el afectuoso saludo de toda la juventud que le recuerda especialmente al cumplirse un año de su visita a nuestro país. Con la seguridad de que rezamos por él.

Caacupé, 10 de julio de 2016

Por CEP

Conferencia Episcopal Paraguaya

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