Hoy conmemoramos en el Paraguay el día de la amistad y que, por el tesón y la perseverancia del Dr. Artemio Bracho, el 30 de julio fue declarado por la ONU como “Día internacional de la amistad”.

La amistad es un valor inestimable que debemos cultivar cotidianamente con nuestros gestos, actitudes y acciones, en el seno de las familias, en el lugar de trabajo, y en la misma Iglesia, como familia y pueblo de Dios.

La amistad implica caridad. No es solamente un sentimiento o un valor humano, es un mandato cristiano.

Jesús habla de un “mandamiento”: que los discípulos se amen uno al otro del mismo modo que él ama. Por tanto, no se trata de cualquier amor o amistad, sino de una relación basada en el modelo ejemplar del amor de Jesús que da su vida por sus amigos; una donación total que culminó en la cruz.

El maestro invita a dar la vida por los amigos: “Nadie tiene mayor amor –dice- que el que da la vida por sus amigos”. Lo cual supone renuncia a todo egoísmo y un alto grado de altruismo. Renuncia de sí y entrega total hasta dar la propia vida. Dar la vida puede tener, en la experiencia cotidiana, diversos modos de realización. Pero siempre supone oblación.

En la Iglesia, y por mandato de Cristo, esa amistad en la caridad debe traducirse en la comunión, en el respeto y cuidado mutuo con el hermano, con el prójimo.

El papa Francisco nos dice que debemos “vivir con sinceridad las amistades”, siendo custodios del bien de los demás. En efecto, el Santo Padre enseña: Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón. Es preocuparse uno del otro en la familia: los cónyuges se guardan recíprocamente y luego, como padres, cuidan de los hijos, y con el tiempo, también los hijos se convertirán en cuidadores de sus padres. Es vivir con sinceridad las amistades, que son un recíproco protegerse en la confianza, en el respeto y en el bien. (Homilía de inicio de su Pontificado, 19 de marzo de 2013).

La amistad en la caridad significa respetar la dignidad de nuestros semejantes y no actuar con doblez, con medias verdades, con maldad, por ejemplo a través de las murmuraciones, los chismes, la difamación y la calumnia. Es ser respetuosos y prudentes en lo que decimos de los demás y en cómo lo decimos, sobre todo, cuando las personas han puesto en nosotros su confianza y nos han revelado su intimidad porque nos consideran sus amigos.

El papa Francisco señala que el chisme y la charlatanería son pecados y hacen daño a la Iglesia. “Es lo que quiere el diablo…Los rumores son destructivos en la Iglesia… La desinformación, la difamación y la calumnia son pecados”, sostuvo en un discurso pronunciado en mayo del 2013.
El libro del Eclesiástico, en el Antiguo Testamento, habla del “amigo fiel”, considerado como amigo verdadero, como apoyo seguro, porque es leal y firme; porque te sostiene en la desgracia y en los malos momentos. El mejor modo de conservar la amistad es evitar las palabras duras y saber guardar las confidencias del amigo.

Concluyo mi reflexión sobre la amistad en la caridad con las palabras de Benedicto XVI: « Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él » (1 Jn 4, 16). Estas palabras de la Primera carta de Juan expresan con claridad meridiana el corazón de la fe cristiana: la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre y de su camino.” (Deus Caritas est).

Vivamos la amistad en la caridad en el día a día, en el ámbito de la familia, del trabajo, de la sociedad y, sobre todo, como cristianos, en nuestras comunidades eclesiales.

¡Feliz día de la amistad!

Adalberto Martínez Flores, Obispo de las FF.AA. y la Policía Nacional

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