En el marco del Novenario de Caacupé 2025, Fray Edgar Toledo ofreció una profunda reflexión sobre el papel de la comunidad cristiana en la construcción del bien común. Ante una gran cantidad de fieles presentes en el Santuario y miles más que acompañaron a través de los medios, el predicador insistió en que “la comunidad no nace sola: se construye” y que para ello se necesitan discípulos de Jesús verdaderamente comprometidos.
Recordando la Carta a los Romanos, Fray Edgar invitó a examinar el propio sentido de pertenencia al Cuerpo de Cristo: “¿En qué se nota que soy miembro del Cuerpo de Cristo? ¿Cómo se expresa mi compromiso con la Iglesia?”. Explicó que la comunidad no es un simple grupo, club o espacio social, sino una realidad espiritual donde cada bautizado reconoce al otro como hermano y hermana: hijos de un mismo Padre.
La comunidad como fundamento del bien común
El religioso subrayó la propuesta de los obispos del Paraguay, quienes este año invitan a reflexionar sobre el bien común. En ese sentido, afirmó que no se puede hablar de bien común sin construir comunidad: “El bien común exige mirar más allá de mi mundo, de mi familia o de mi grupo. Es mirar el sufrimiento del otro, su salud, su acceso a la educación, su trabajo, su dignidad”.
Criticó la tentación del individualismo y de una fe vivida solo en lo personal o familiar. “A veces la religiosidad se vuelve muy individualista. Pero el Evangelio nos pide mirar a los demás, interesarnos por ellos y comprometernos con sus problemas”, expresó.
Compromiso y coherencia cristiana
Fray Edgar exhortó a vivir la fe con coherencia, especialmente en un país donde, recordó, muchos de los que gobiernan también se reconocen cristianos:
“Nuestro país agoniza en varios aspectos. Y muchos responsables de velar por el bien común son cristianos. Es urgente preguntarnos si vivimos realmente lo que creemos y predicamos”.
Asimismo, llamó a abandonar la pasividad, el conformismo y la actitud de aportar “solo un granito de arena”:
“Un granito de arena no sirve. Necesitamos aportar todo lo que podamos. Una montaña, si es necesario”.
Hacia una Iglesia de comunidades vivas
El fraile expresó su deseo de una Iglesia “tejida como nuestro ñandutí”, formada por pequeñas comunidades vivas que oren, reflexionen la Palabra, se apoyen mutuamente y trabajen por la justicia y la paz.
“Sueño con una Iglesia que sea comunidad de comunidades. Que cada barrio, cada cuadra, cada familia viva la fe con responsabilidad y solidaridad”, señaló.
Finalmente, lanzó un llamado directo a los fieles:
“El Paraguay nuevo no será posible si no asumimos un compromiso cristiano auténtico. Que cada uno pueda decir: hermano, hermana, podés contar conmigo. Vamos a tejer comunidad, a vivir la fe y a desterrar la corrupción, la violencia, la mentira y la hipocresía”.
Concluyó invitando a iniciar el cambio desde cada hogar, cada manzana y cada parroquia: “El punto de partida es reconocer nuestra realidad para empezar a transformarla”.
Oficina de Comunicación y Prensa
Conferencia Episcopal Paraguaya






