Urbi et Orbi del Papa León XIV

Un llamado a la paz, la responsabilidad y la solidaridad en Navidad

Ciudad del Vaticano. En su primer mensaje Urbi et Orbi como Sucesor de Pedro, el Papa León XIV proclamó en esta Navidad un mensaje firme y esperanzador: «El nacimiento del Señor es el nacimiento de la paz», una paz verdadera que no se limita a la ausencia de conflictos, sino que nace del amor misericordioso de Dios y exige la responsabilidad personal de cada ser humano.

Desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, el Santo Padre recordó que Jesús nació en la pobreza y el rechazo, “porque no había lugar para Él en el albergue”, identificándose desde el inicio con los pobres, los excluidos y los marginados. En ese gesto, explicó, ya se manifiesta la misión de Cristo: cargar con el peso del pecado de la humanidad y mostrar el camino de la salvación a través del amor.

El Papa subrayó que la paz cristiana no es pasiva, sino que implica compromiso concreto: amar, perdonar y solidarizarse con quienes sufren. Citando a san Agustín, recordó que Dios no nos salva sin nuestra libre voluntad, y advirtió con fuerza: quien no ama, no puede salvarse. Por ello, invitó a cada persona a asumir su propia responsabilidad, dejar de señalar a los demás y convertirse en artesano de paz desde lo cotidiano.

Un clamor por los pueblos heridos por la guerra y la injusticia

En su mensaje navideño, León XIV elevó un clamor especial por las regiones golpeadas por la violencia, la pobreza y la inestabilidad. Envió un saludo cercano a los cristianos de Medio Oriente y pidió justicia, paz y estabilidad para Líbano, Palestina, Israel y Siria. También imploró el fin de la guerra en Ucrania y alentó a las partes involucradas a retomar el camino del diálogo sincero.

El Pontífice recordó de manera especial a los pueblos que sufren conflictos olvidados, como Sudán, Sudán del Sur, Malí, Burkina Faso y la República Democrática del Congo, así como a Haití, Myanmar y diversas regiones de Asia y Oceanía afectadas por graves catástrofes naturales.

Con palabras llenas de humanidad, el Papa señaló que Jesús se identifica hoy con quienes lo han perdido todo, con los que padecen hambre, con los migrantes y refugiados, con los jóvenes sin empleo, los trabajadores explotados y quienes viven privados de libertad en condiciones indignas. “Dios no es indiferente a nuestras miserias”, afirmó.

Cristo, nuestra esperanza siempre viva

Al acercarse el cierre del Año Jubilar de la Esperanza, el Papa recordó que, aunque se cierren las Puertas Santas, Cristo permanece siempre como la Puerta abierta que conduce a la vida nueva. Jesús no viene a condenar, sino a salvar, afirmó, invitando a abrir el corazón a quienes sufren y a acoger al Niño de Belén, fuente de toda paz verdadera.

Finalmente, el Santo Padre deseó a todos una Navidad serena, recordando que en Cristo “toda herida es sanada y todo corazón encuentra descanso y paz”.

Fuente: Vatican News

Oficina de Comunicación y Prensa

Conferencia Episcopal Paraguaya

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